(Los nombres, las fechas y los lugares utilizados en este reportaje han sido cambiados)
Me encontraba en mi escritorio como toda una buena secretaria encubierta (ya que mi verdadera identidad es mujer maravilla), esperando por una nueva misión, cuando recibí un mail que no esperaba. No podía creer lo que estaba leyendo, algo inaudito había sucedido y parecía ser que iba a quedar en el olvido. Así que tomé el latigo de la verdad, averigüe todo lo que pude y lo escribí para que nunca pase al olvido.
El mail contaba la historia de un grupo de alumnos de la facultad, que más por obligación que por convicción, tuvieron que inscribirse en el curso obligatorio “Proyecto de Publicidad”. Un curso condenado a destruir las ilusiones y a vaciar los bolsillos de quienes se matriculan en él. Un curso piñata, sí, un curso que traía muchas sorpresas.
El gran cero
El semestre 200x-1 empezó y con algo de esperanza pero mucha disposición esperaron a que la profesora les asignara un distinguido cliente: Pantanos de Viña. Con entusiasmo se reunieron con una representante del cliente, a la que llamaremos “Juanita”. Ella los recibió y se sentó con ellos para empezar a trabajar. Grande fue la primera sorpresa cuando Juanita no sabía mucho acerca de su producto o de lo que quería hacer. Y más grande fue la desilusión cuando les dio la segunda sorpresa: su presupuesto era un gran CERO. Es decir, nada de lo que propusieramos iba a ser posible, a menos que nosotros se lo hicieramos gratis, y bueno, la economía del grupo como la de cualquier estudiante que está por egresar, no alcanzaba para cubrir costos de paneles publicitarios, videos institucionales, gran cantidad de afiches y volantes, y demás piezas publicitarias propias de una campaña publicitaria.
La gran desaparición (al estilo de Copperfield)
Luego de aquella nubosa reunión, tal y como el clima que acompaña aquella zona en invierno, se pusieron a trabajar en una propuesta que lograra iluminar aquella tenebrosa oscuridad. Sabían que con presupuesto cero, probablemente su trabajo nunca vería la luz, pero las esperanzas todavía no se les acababan.
Cuando decidieron llamar a Juanita para contarles las ideas que tenían, ella ya no estaba. Nadie daba razón ni de ella ni de su jefa, parecía que se las hubieran tragado los pantanos. Sin ánimos de rendirse, continuaron llamando hasta que alguien se apiadó de ellos y les dijo que la antigua directiva ya no existía, los habían reemplazado a todos.
El desconcierto
Las sorpresas seguían lloviendo. Ni Rose Mary (coordinadora de la especialidad) ni la profesora estaban enteradas de esto. Es decir, el cliente tenía una relación tan estrecha y comprometida con ellas que se había ido sin decirles nada (esto es una ironía para los despistados). Los intentos del grupo por reunirse con la nueva directiva fueron inútiles. La nueva directiva desconocía toda relación previa con facultad y con los alumnos. Así que los alumnos tuvieron que solicitar a la facultad que enviara una carta formal de presentación y le pidieron a Rose Mary que tratara de comunicase con ellos, a ver si le hacían caso.
El pantano abandonado
Mientras el tiempo pasaba y en espera de respuesta alguna, el grupo seguía haciendo su trabajo. Usando la imaginación hicieron de cuenta que tenían un cliente interesado. Como parte de la campaña de publicidad los chicos se comunicaron entusiasmados con www.go2peru.com, para preguntarles si podía recomendar Pantanos de Viña en su web. Grande fue la nueva sorpresita cuando les respondieron que era imposible recomendar a los turistas que visiten el lugar pues el Gerente General y editor de go2peru, Sr. Jorge Mazzotti había recibido un maltrato por parte del personal administrativo y además había encontrado aves muertas y basura (http://www.go2peru.com/villa/).
Un final poco feliz
Unas pocas semanas antes de la presentación final, cuando el trabajo ya estaba casi listo y con el sinsabor de que el cliente no estuvo con ellos para intercambiar ideas, los alumnos lograron tener contacto con el nuevo cliente. Le presentaron la campaña casi terminada y el cliente pareció estar de acuerdo. Sin embargo, la comunicación volvió a perderse y una semana antes del final, el cliente no daba señales de interés. El trabajo fue entregado a la profesora del curso con la desilusión de saber que todo el esfuerzo de un semestre entero, plasmado en ideas y piezas gráficas, nunca vería la luz ni nunca recibiría la gloria que merecía.